sábado, 11 de enero de 2014

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La guerra ha sido durante toda la historia de la humanidad el método que hemos empleado en mayor medida para la resolución de nuestros conflictos. Independientemente de nuestra capacidad de comunicación verbal y de nuestra habilidad de resolver nuestros problemas mediante la vía diplomática, la guerra ha sido durante siglos y siglos la forma más rápida y efectiva de hacer prevalecer nuestra opinión sin tener que ceder ni un ápice de nuestras pretensiones en negociaciones con pueblos rivales. La guerra ha destruido civilizaciones, ampliado fronteras y resuelto conflictos diplomáticos desde el preciso instante en que aprendimos a empuñar un arma contra nuestros semejantes.
La historia se ha hecho eco de toda la sangre que ha sido derramada a lo largo de nuestro tránsito por el planeta, y ha sido tarea de la escritura y del arte recoger el testimonio de las batallas que han sido libradas a lo largo de los milenios. Ninguna historia es fiel, puesto que la historia la escriben los vencedores. Es tarea del arte, el silencioso confidente, revelarnos todo sobre las civilizaciones que han peleado, su cultura, sus ejércitos, sus armas, los resultados; todos los detalles de aquello que mejor sabemos hacer y que ha ayudado a dar forma a nuestra historia.
A pesar de la crudeza y de la violencia de una guerra, muchos artistas e individuales la han visto como un elemento necesario, como una parte intrínseca de nosotros mismos como seres humanos, y como tal hemos tratado de buscar las razones más variopintas para justificar la matanza de millones de personas en el curso de nuestra historia: la guerra es necesaria para mantener la paz, para defendernos de otras personas, para asegurar nuestra supervivencia… Los hay que incluso ven una belleza en la guerra, un valor puramente estético en las legiones, en las armas, en las máquinas, en la sangre derramada, en los castillos derribados, y desde luego, la historia del arte está repleta de obras que, más allá de su valor documental, tienen una razón estética en la crudeza de sus imágenes.

Este atlas tiene la tarea de recoger algunos de los momentos clave de la formación de la historia moderna, partiendo de los griegos y hasta la historia contemporánea, a través del arte en todas sus formas. No se busca hacer un análisis en profundidad de todas las civilizaciones que han guerreado a lo largo de la historia, sino solamente de la visión militar de algunos pueblos, y de algunos conflictos de especial relevancia, tanto para la sociedad como para el arte. Se busca con este atlas un valor documental y un valor estético no ya de la guerra, sino del arte sobre la guerra, una parte de nosotros mismos que no parece tener intención de desaparecer en un futuro cercano.

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